Fútbol sala más allá de las pistas del cole

Cuando la actividad extraescolar del colegio del barrio se quedó corta, José Luis Rial creó el Bembrive FS

José Luis Rial comenzó jugando al fútbol y ese deporte al que hoy no tiene especial simpatía -«lo acapara todo», lamenta- fue su puerta de entrada a la disciplina a la que lleva dedicado media vida: el fútbol sala. Sus inicios esta práctica fueron en un equipo de amigos en el barrio de Bembrive. El siguiente paso, con 25 años, fue empezar a entrenar en el colegio y aquellos niños que al llegar el momento de dar el salto al instituto no tenían oportunidad de seguir jugando fueron los que le impulsaron a crear el equipo del mismo nombre.

«Lo fundé en el 2001 para que los chavales pudieran continuar. Al principio éramos tres personas: dos monitores y yo, y un par de equipos, femenino y masculino», recuerda. El propio Rial ejerció de presidente hasta el 2014 y siempre de entrenador de algunos equipos, responsabilidad que compagina con la coordinación de la base en su conjunto. El club ha ido creciendo de manera progresiva hasta los trece equipos con los que cuentan ahora, diez de base y tres en categoría sénior, más un grupo debabies entre tres y cinco años que entrenan sin competir.

Desde que Rial dio el paso de iniciar este proyecto tuvo claro cuál iba a ser su filosofía, que no varía en función de la edad ni de la categoría en la que se compita. «Le damos importancia a la educación en valores, con actividades cada mes para potenciar el trabajo en equipo, el respeto, la solidaridad o la empatía», desgrana. Los resultados quedan siempre en un segundo plano. «Tenemos muy claro que la prioridad es que participen todos los niños en todos los partidos. Hay que fomentar la formación y la diversión», dice.

La opinión de Rial es que en sí mismo el fútbol sala ya es una disciplina muy ligada a los valores que ellos tratan de inculcar. «Este es un deporte que fomenta el juego limpio. No me gusta compararlo con el fútbol, pero sí es verdad que en él se tiende a primar el juego sucio, hacer faltas, engañar al árbitro... En el nuestro, como en el baloncesto, se limitan las faltas y los jugadores ya tienen cuidado de no cometerlas», señala.

Otro de los valores que más enganchan del fútbol sala, valora, es su dinamismo, que viene dado en gran medida por las dimensiones reducidas del terreno de juego. «Hay muchos goles y se está constantemente tirando a portería», indica. Es un deporte con un ritmo muy alto y propicio para que todos los integrantes del equipo se sientan partícipes de todo lo que pasa.

Todos entrenan dos días a la semana menos los sénior, que lo hacen tres. Con los más pequeños se le da un enfoque completamente lúdico. «Se trata de presentarles el deporte por medio de juegos y potenciando la coordinación y la psicomotricidad», dice en referencia a los que comienzan desde los tres años. De esos, muchos siguen creciendo con el equipo y pasando por las diferentes categorías. «Hasta juveniles la mayoría continúan con nosotros. Lo normal es que estén muchos años», comenta.

Con el salto a sénior sí les ocurrió especialmente cuando militaban en Segunda B que era complicado que los canteranos alcanzaran el nivel. Ahora, en dos años han descendido dos categorías por las dificultades económicas y la falta de ayudas. «Quisimos intentar dar el salto a Segunda, pero no conseguimos los apoyos necesarios por parte de la Administración ni de patrocinadores», indica. Ante aquella situación, muchos jugadores decidieron emigrar (varios de ellos a Italia) y el club optó por descender al equipo porque «no había manera de sostenerlo allí».

De Tercera bajaron a la liga autonómica, algo que inevitablemente le genera al fundador del club una sensación amarga, pero que al mismo tiempo entiende como una vuelta a empezar con la misma ilusión con la que él fundó el club y ha seguido ligado a él con diferentes responsabilidades a lo largo de estos 16 años. «La idea es dar un par de pasos hacia atrás para luego continuar hacia adelante», finaliza Rial.